Esta entrada participa en la I edición del Carnaval de Neurociencias

La actuación de magia comienza en la asociación de tiempo libre para gente con discapacidad. Para los próximos cuarenta minutos tengo preparado un repertorio de trucos y juegos de magia: pañuelos que aparecen y desaparecen, cuerdas de lana que se recomponen solas, monedas que aparecen en la oreja de algún sorprendido voluntario y cartas que cambian de numero al pasar mi mano por encima.

Voy a empezar mi cuarto truco (en el que un pañuelo, unos botones y un trozo de hilo forman mágicamente la ficha de dominó que en secreto elige mi espectador) y pido un voluntario para ello. Llevo ya varios efectos mágicos realizados y sé que mi público está entregado, así que la mayoría levanta la mano deseando salir a escena. De repente, un espectador mucho más alto que yo, que había permanecido en silencio todo el tiempo, levanta la mano para participar. Los monitores de la asociación, sorprendidos, me piden con un gesto que le saque. Sube al escenario.

  • ¡Hola! ¿Cómo te llamas?
  • ¡Un fuerte aplauso a …! (No es para mantener el anonimato: realmente no dijo nada)

Durante todo el numero obedeció mis órdenes, se sorprendió con el efecto, e incluso se dejó poner una peluca para hacer más divertido el número. Tras el fuerte aplauso al finalizar, el gigante se sentó y la actuación continuó con normalidad.

Mientras guardaba el material se me acercó una amiga, monitora del grupo, y me dijo:

  • No lo entiendo. ¿Cómo lo has hecho?
  • ¿Qué?
  • Ese chico que sacaste… es autista. Nunca quiere participar en nuestras actividades, ni se deja tocar… ¡Mucho menos poner una peluca! ¿Cómo lo has hecho?
  • No tengo ni idea.

Sorprendentemente, al hablar con otros magos, compruebo que no es la primera vez que esto sucede. Al parecer algunos autistas se muestran interesados en los trucos de magia e incluso participan de manera activa. Parece que es un fenómeno relativamente conocido en mi (segunda) profesión, pero una duda se formó en mi mente: ¿Los neurocientíficos sabemos esto?

Para aquel que no me conozca y lea esto, le debo una explicación. Actualmente soy científico. Estoy haciendo mi tesis doctoral sobre los ritmos cerebrales y su alteración en la epilepsia y otras enfermedades. Además desde los 17 años he sido mago, en parte para conseguir unos ahorros durante la carrera, en parte porque me gusta asombrar y entretener a mi público. Es curioso la cantidad de conocimientos que comparten la magia y la neurociencia y a la vez lo alejadas que están entre ellas. Cuando nosotros (los neurocientíficos) empezábamos a entender cómo funcionan los mecanismos de atención en nuestro cerebro, nosotros (los magos) ya llevábamos siglos aprovechando los errores de estos mecanismos. En los últimos años algunos científicos se han dado cuenta de esto y están empezando a usar la magia para sus estudios. Uno de los principales exponentes es la doctora Susana Martínez Conde, especializada en percepción visual y atención. Si quieres saber más al respecto tiene un libro increíble que puedes leer: Los engaños de la mente.

Desde esta ambivalencia mago/neurocientífico pude ver el caso del autismo bajo una perspectiva nueva. Se considera que los autistas tienen problemas en reconocer las señales sociales universales, tales como expresiones en la cara y que prefieren actividades rutinarias y repetitivas antes que sucesos extraordinarios e impredecibles. No podía imaginarme un tipo de público menos apto para la magia, la cual está llena de giros y sorpresas.

Para mi asombro, otro científico observó lo mismo y ha dedicado su trabajo a esa delgada línea entre la neurociencia y la magia. Dicho investigador es Gustav Kuhn, del departamento de psicología de la Universidad de Durham. Este joven científico también tuvo un pasado como mago y sus últimos artículos se basan en concienciar a los neurocientíficos de la utilidad de la magia para desentrañar cómo funciona nuestro cerebro. Ha estudiado mecanismos de control de atención, creación de recuerdos falsos y el asunto que nos ocupa en este artículo: cómo se distorsionan los trucos de magia en pacientes con diferentes enfermedades.

El truco que usa Kuhn para sus estudios está bien adaptado para comprobar si el espectador ha caído en la ilusión: el juego de la bola que desparece.

(Sí, el que ejecuta el truco es el propio Kuhn).

Es un juego de magia muy adecuado para el estudio del cerebro. A los voluntarios se les reproduce el vídeo y se les pregunta dónde creen que está la bola. Existen dos tipos de respuestas: los que no han sido engañados por el juego responden que la bola se ha quedado en la mano del mago, pero los que sí han sido engañados responden que la bola ha sido recogida en el margen superior, fuera del ángulo de la cámara. Aunque la tercera vez el mago nunca llega a lanzar la bola, el voluntario «ve» una bola subiendo y despareciendo. Esto es gracias al movimiento repetitivo de los dos primeros lanzamientos y el movimiento de mano y cabeza del mago, haciendo creer que continúa mirando la bola). De este modo es fácil, ya sea siguiendo las pupilas del espectador o preguntándole, comprobar si ha sido engañado o no. Otros trucos no se prestan tanto a ser usados para estudio, ya que el espectador puede mentir para evitar reconocer que ha sido engañado.

¿Qué pasa cuando hacemos el juego de magia a un autista? Para resolver la cuestión, Kuhn reclutó a varios alumnos autistas de un colegio y les puso el vídeo que acabáis de ver. Al preguntarles sobre la bola, comprobó que el porcentaje de alumnos autistas que fueron engañados fue mayor en comparación a los que lo fueron en el grupo control. Al realizar un seguimiento de las pupilas de los alumnos, comprobaron que durante el tercer lanzamiento ellos realmente seguían con la mirada una bola que no existía.

Esta es la primera prueba científica que apunta a que los autistas son susceptibles a la magia, incluso cuando ésta se basa en trucos sociales (como cuando el mago dirige su mirada hacia la bola imaginaria). Buscando una posible causa, Kuhn analizó los movimientos de pupila y pudo ver que los autistas seguían menos la bola en los dos primeros lanzamientos. Esto lleva a una interesante hipótesis: quizá los autistas caen más en los trucos de magia porque irónicamente se concentran peor en el truco.

truco kuhn
Los puntos marcan donde dirigen la mirada los voluntarios control (puntos blancos) y los voluntarios autistas (puntos negros) durante los lanzamientos del video. Si nos fijamos veremos que los autistas no llegan a mirar a la bola, sino que miran más abajo, en la anterior trayectoria de la misma.

La inmensa mayoría de trucos de magia fallan si el espectador se fija en el sitio adecuado en el momento correcto. Aprender magia no solo es practicar las técnicas, sino comprender el punto de vista del espectador y aprender a alejar su atención del secreto. En magia tenemos toda una colección de estrategias dedicadas a distraer al espectador de manera sutil y hacer que se concentre en lugares inofensivos. (En otro artículo del blog hablaremos de estas técnicas).

Nuestra sociedad está muy concienciada respecto de los niños autistas pero no tanto de los adultos autistas. Esto es así porque en bastantes casos de autismo el paciente acaba tratando de llevar una vida normal y, lo que es más importante, es capaz de explicar sus sentimientos durante los periodos más graves de su trastorno. Cuando se les pregunta, la mayoría de autistas menciona su incapacidad para entender y separar los estímulos de su entorno. El ruido, las imágenes, las voces de la gente… todo se mezcla hasta el punto de abrumar a la persona y no ser capaz de responder (dando lugar al típico comportamiento autista de aislamiento). Por eso, bastantes científicos plantean el autismo no como un trastorno en el que falte algo, sino uno en el que sobra información, haciendo que su cerebro se vea incapaz de reaccionar.

Los buenos magos saben que los mejores trucos de magia deben ser sencillos. La concentración del espectador es guiada por el mago en todo momento. En comparación a cualquier tarea compleja cuya atención deba estar repartida, como conducir, todos los estímulos dentro de la magia están dedicados a percibir y asombrarse con la ilusión. Esto probablemente haga que los autistas sean capaces de seguir medianamente bien un truco de magia y sorprenderse.

Este artículo lo presento también en el Carnaval de Neurociencia, una actividad en la que diferentes neurodivulgadores difundimos nuestros artículos. El tema común es ¿Para qué sirve la neurociencia?

INeuroCarnaval_logoQue use este artículo para dicho tema no es casualidad. Considero que la Neurociencia debe ayudar a conocernos mejor a nosotros mismos, pero también a tratar de hacer la vida de nuestros semejantes lo más cómoda posible. En el autismo, el paciente está encerrado en sí mismo, rodeado de un mundo demasiado complicado y confuso que no logra comprender. Cada vez hay más estudios neurocientíficos que nos aportan pistas sobre cómo tratar de comunicarnos con ellos y ayudarles, ya sea con trucos de magia o incluso teniendo mascotas en casa. (Parece ser que la interacción social de los autistas con los animales es mejor que con otros humanos, aunque el motivo sea desconocido).

Si la Neurociencia consigue ayudar a alguien, aunque sea solo una persona, todo lo que hayamos hecho habrá merecido la pena. Por eso soy neurocientífico… y mago.